Cuando hablamos de corrección editorial, muchas veces se tiende a pensar que se trata simplemente de revisar errores ortográficos, como tildes o comas mal puestas. Sin embargo, un buen trabajo de corrección va mucho más allá. Involucra diferentes niveles de lectura y análisis del texto, y su objetivo principal es cuidar tanto la forma como el fondo de lo que se quiere decir. Es decir: que lo que el autor o autora quiere contar se entienda con claridad, precisión y coherencia, y además esté presentado de una manera profesional.
Corrección ortotipográfica y gramatical
Este es el primer paso, fundamental para asegurar la calidad técnica de un texto. Aquí el trabajo se centra en ajustar todo aquello que tenga que ver con la norma lingüística y la presentación formal. Algunas de las tareas que se realizan en esta etapa incluyen:
Ortografía: corrección de errores de escritura como falta de tildes, mayúsculas y minúsculas, separación o unión de palabras, etc.
Puntuación: revisión y corrección del uso de comas, puntos, puntos y comas, signos de interrogación y exclamación, etc., asegurando que el texto fluya correctamente y se comprenda bien.
Gramática: se corrigen errores de concordancia (sujeto-verbo, género-número), uso de tiempos verbales, preposiciones incorrectas o redundancias.
Tipografía: aquí entra en juego el uso correcto de comillas, cursivas, negritas, guiones, sangrías, espacios entre párrafos y otros aspectos formales que garantizan una presentación limpia y profesional del texto.
Unificación de criterios: cuando un texto tiene nombres propios, tecnicismos, fechas, referencias bibliográficas o estilos particulares (por ejemplo, de diálogo o numeración), el corrector se encarga de verificar que se mantenga la coherencia interna en todo el documento.
Corrección de estilo
Una vez que el texto ya está libre de errores ortográficos y gramaticales, se puede avanzar a una etapa más profunda: la corrección de estilo.
Este tipo de corrección se enfoca en mejorar la redacción, la fluidez y la claridad del texto, respetando siempre la voz del autor o autora. No se trata de reescribir lo que alguien quiso decir, sino de afinarlo, ordenarlo y pulirlo para que llegue de la mejor manera al lector. Entre las tareas habituales de esta etapa, podemos encontrar:
Reformulación de frases poco claras o rebuscadas, buscando una redacción más directa, elegante y natural.
Eliminación de repeticiones, muletillas o expresiones innecesarias que puedan sobrecargar el texto.
Mejora del ritmo y la cadencia de la prosa, teniendo en cuenta la intención del texto (narrativa, técnica, académica, poética, etc.).
Enriquecimiento del vocabulario, cuando se considera que alguna palabra o expresión puede sustituirse por otra más precisa o evocadora.
Cuidado del tono y la coherencia del discurso, adaptándolo al público al que está dirigido.
¿Por qué es importante corregir un texto?
Muchas veces, quienes escribimos pasamos tanto tiempo frente a nuestras propias palabras que dejamos de ver ciertos errores. Por eso, una lectura profesional, externa y objetiva es clave para detectar todo aquello que se nos escapa. Un buen trabajo de corrección no solo mejora el texto: también cuida la imagen del autor/a y permite que el contenido sea valorado por lo que realmente es, sin que se vea opacado por errores evitables.
Además, en contextos profesionales, académicos o editoriales, un texto sin corregir puede ser rechazado directamente, por más valiosa que sea la idea que contiene. Por eso, la corrección editorial no es un lujo: es una parte esencial del proceso de escritura y publicación.